Hola, ¿me puedo sentar junto a ti?- mas que una pregunta era un sugerencia de una compañía pero sin interrumpir su meditación. Claro- contesto él aun sin saber que hacer ante una abrupta interrupción.
Al instante se formo un silencio que solo fue roto por una pregunta que formularon al tiempo: ¿Cuántos años tienes?; ambos tenían 17 pero a lo contrario a lo que él pensaba ella era mayor por un mes y veintidós días.
Y así, a medida de que caía la noche se fueron conociendo poco a poco. A eso de las once él decidió que era hora de irse, pero ¿Qué hacer con ella? No podía dejarla sola a la intemperie, así que se la llevo con él.
Caminaron abrazados, como si se conocieran de toda la vida; llegaron a la casa de él, sus padres no estaban así que no hubo inconveniente en que ella se quedara.
Mientras él se cambiaba en el baño ella hacia lo suyo en la habitación, se había puesto una camisa de él que no se le veía nada mal. El decidió dormir en el suelo cediéndole la cama. No podía dormir así que se levanto y para su sorpresa ella estaba en la ventana, contemplando la luna llena. La abrazo por la cintura sabiendo que la estaba amando con todas sus fuerzas. De repente y sin previo aviso ella se giró quedando frente a él; con una sola mirada le dijo que también lo amaba.
Deslizo su mano por aquel rostro y muy lentamente lo acercó hasta sentir sus labios. Con la luna como único testigo se entregaron por completo, en cuerpo y alma. No podía creer la calidez de aquella piel tan ajena y tan desconocida hasta el día en que la había amado. Ni siquiera el cielo podía creer que en aquellos dos cuerpos, en aquellos dos corazones y en aquellas dos almas que al llegar la madrugada eran una sola, cupiese tanto amor. Y allí se durmieron abrazados, sabiendo que sus vidas no iban a ser las mismas después de aquella mágica noche.
Cuando él se despertó no la encontró, pero si a una nota sobre la mesa junto a la cama en la que se podía leer lo siguiente: “gracias por una magnifica noche. Te aseguro que nunca la olvidaré pues nunca he amado de la forma en la que te estoy amando. Ten la certeza de que siempre te amaré”
La nota terminaba con un beso hecho con labial color rosa pálido. ¿Y su nombre, donde estaba? El se lo había preguntado a lo que ella respondió que eso no importaba. No podía creerlo, estaba sentado en una cama, con la nota que le había dejado la mujer que amaba, con el sabor de su piel aun en sus labios y sin saber su nombre…
