En la habitación donde muero,
se encontraron de frente María y su íntima Blanca
mientras yo descansaba en profundo sueño
acompañada del silencio que envolvía al mundo entero.
Habló Maria y dijo: "¡Bendita seas hermana! ¡Ahora que apareces escucharás de mi boca, que me he librado de los fantasmas de la noche! ¡Escucha mis decires, en susurro a tus oídos mis secretos! ¡Canto de regocijo sobre el cráter de un volcán en erupción! ¡Ya no hay luto ni tristeza! ¡Gracias por siempre escucharme y librarme de esta soledad perturbadora!".
Y Blanca habló y le dijo: "¡Calla, porque mi espacio no te escucha! ¡Calla, porque tus cantos de lamentos y sollozos no los retendrá el tiempo! ¡Tus palabras son sonidos mudos a mis oídos! ¡Mejor mira la tristeza de mis ojos y el profundo silencio que en ellos habita! ¡Mira lo que de mi persona has hecho con tu arrogante manera de intentar contarme tus inventadas alegrías!".
De pronto desperté. Alcancé a observar cómo se despedían con un beso una Ciega y una Sorda.
Autora BlancaNieves Covalles