LA PLAZA Y SUS FANTASMAS

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Orfebre
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LA PLAZA Y SUS FANTASMAS

Mensaje por Orfebre » 19 Jun 2006, 15:50

LA PLAZA

En algunas mañanas de invierno la plaza amanece cubierta de niebla.
Un aire fantasmal se apodera de todo y los árboles inclinados por el peso de los años tienen algo de espíritus nostálgicos .
Me gusta en esos días recorrer con la mirada los viejos senderos y recordar.
Allá en el banco de madera antigua que apenas se divisa,solíamos sentarnos ella y yo,el uno junto al otro,calladamente,en silencio.
No nos decíamos nada.....(nunca nos dijimos nada).Pero estábamos allí,puntualmente,todos los días,a la misma hora.
Creo que esos encuentros tenían un encanto muy especial para los dos,porque nos acercábamos un poco como en puntas de pié a algo quizá muy lejano, que aunque nada tenía que ver con nuestra vida actual, alentaba más placenteramente que lo cotidano, tan rutinario y gris.
Yo la esperaba ansiosamente y cuando la divisaba a lo lejos, todo parecía cambiar en torno mío,era como si el aire ,el clima el lugar fuesen de otra época,como si súbita y misteriosamente todo se trasladara en el tiempo.
Sé que esto es difícil de entender,pero doy fé de que era así.
Ella llevaba ,lo recuerdo,un cierto aire de nostalgia en la mirada.Era algo así,como una desvahída fotografía antigua,pero contra lo que se pueda suponer, su imagen tenía precisamente el encanto de la pureza de otra época. Era imposible ubicarla en el presente.
Yo me dejaba llevar por una especie de ensoñación,entrecerraba los ojos y me alejaba con ella.
Quizá esa fuera la razón de nuestro obstinado silencio,ambos tal vez vivenciábamos lo mismo.
Por esta razón tan sencilla,me atrevería a decir que elemental , nos sentíamos felices.......curiosa e inocentemente felices.
No recuerdo bién como comenzó lo nuestro.Sólo sé que una tarde,estando sentado en ese mismo banco, de pronto empecé a sentirme triste sin saber porqué.Me ocurrió muchas veces.
Iba a marcharme cuando apareció ella y se sentó a mi lado.
Noté que su llegada me hacía bien.
Me dí cuenta , porque no solo desapareció la tristeza sino que experimenté una extraña sensación de alivio.
Ella también lo percibió porque me miró esbozando una semisonrisa que me hizo creer que había sentido lo mismo.
No recuerdo que ocurrió después.Sólo sé que a partir de entonces, mi vida se limitó a contar las horas que me separaban de cada nuevo encuentro.
Al tiempo compartíamos juntos muchas cosas,pero siempre en silencio.Recuerdo algunas primaveras.los días inolvidables que pasábamos juntos,aunque debo confesar que durante el otoño,pese a lo gris, pese a la agonía lenta de todo el verde,en los días de lluvia, lo pasábamos mejor que nunca.Yo llevaba me acuerdo,un paraguas enorme adquirido en un comercio de antigüedades de la calle Posadas y con él nos cubríamos, acercándonos un poco más de lo acostumbrado.Así podíamos sentir o por lo menos presentir la tibieza del cuerpo del otro.
En aquellos momentos, casi de lujuria diría,dada la forma tan particular de nuestra relación ,nos sentíamos casi levitar.
Se formaba en torno nuestro un algo intangible, una suerte de vibración....no sé, algo que en aquel entonces no hubiera podido definir pero de lo que hoy percibo nítidamente su ausencia.
Nuestras citas llegaron a ser algo tan importante para ambos ,que si por alguna razón uno de los dos llegaba tarde , al sentarse podía escuchar la respiración agitada del otro,todavía temblando por la angustia de la espera.
Recuerdo el día en que arribaron por primera vez a la plaza Benjamín y su mascota, Pericles.Un perro chiquitito,casi insignificante con el que nos encariñamos apenas lo vimos y por el que nos turnábamos para subirlo a upa y acariciarlo.Era tierno y dulce como su dueño, quien lo compartió con nosotros desde el primer momento.
Gracias a Pericles y a Benjamín empezamos a intimar.Ella amaba a los animales....yo también.Le gustaba acariciarlos.Para mí,ya en ese entonces y hoy más que nunca, los perros eran el único lazo físico que me permitía con el mundo.
Lo nuestro era,ahora lo advierto ,algo muy extraño.A nadie se le ocurriría pensar que se pueda mantener un romance donde el silencio parecía ser el único vínculo.Y sin embargo ese silencio fué nuestro principal sostén, porque a través de él aprendimos a valorar el encanto de la palabra no dicha.
La sutileza de ciertas miradas y esos pequeños gestos hechos como al pasar y que a veces son tan elocuentes que sería vano buscar un idioma capaz de describirlos.
De vez en cuando nos permitíamos ciertas licencias,como cuando fingíamos naturalidad mientras nuestras manos se encontraban de pronto debajo del cuerpo lanudito de Pericles.
Estoy convencido pese a lo que cualquiera pudiera opinar ,que lo nuestro era amor.Un amor tonto se dirá,pero que se fué consolidando con el tiempo,incluso ahora que ella no está.
Un espíritu muy sutil era el que nos unía.
Todo lo inasible,todo aquello que se percibe cuando el silencio dice en silencio, es infinitamente más sugestivo que la palabra,no es cierto? Y bien,transcurrieron los años ..........o no se,transcurrió el tiempo quizá.
Una mañana de aquel entonces,dadas no sé que circunstancias,me encontré deambulando solo por la plaza.Era muy temprano, había niebla como ahora y se percibían entre la bruma algunas sombras inequívocas y furtivas en actitud como de huida ,que tal vez fingían ser sólo apariencias para despitar a ciertos espíritus ligeros. No se porqué, pero la niebla me produjo siempre una sensación dolorosa, como si en ella hubiera algo que me retrotrajera hacia un pasado triste pero alejado de esta vida. Era como si algo me empujara a internarme en algun laberinto interior o algo asi.Cuando estoy en medio de ella me siento mal, pero en lugar de huír tengo necesidad de perderme,de dejarme ir tras eso que me atrae tanto.
Caminaba,decía, como temiendo despertar a alguien,cuando me encontré de pronto frente al banco que solíamos compartir,detrás del cual hay un inmenso árbol, cuya presencia no desconocía, pero ante el cual nunca antes me había detenido.De pronto estando frente a él, me pareció ver en la corteza,el esbozo de la figura de alguien ,un rostro conocido,no se,algo que me era familiar y ya entonces,no pude apartar la vista. Quedé ensimismado ante esto,que insisto nunca antes me había ocurrido,pese a que obviamente,ese árbol y esa figura habían estado siempre allí. En lo que se refiere al rostro que se adivinaba en la corteza,había ciertos rasgos,cierta actitud........ Presentí la presencia de alguien en la oscuridad casi inexcrutable de la madera......Era ella!!.......Sentí un indecible escalofrío, quedé atónito mientras sonreía nerviosamente mirando la imagen espectral de esa figura inmóvil e inanimada que me contemplaba impertérrita. Era su perfume y el aire enrarecido de su presencia en un vestido oscuro confundido entre las vetas de madera antigua y era la respiración entrecortada de la ausencia en esos ojos mudos que me miraban sin ver como desde otro mundo.
En verdad.......en verdad,había estado siempre allí,lo comprendí acongojado.No a mi lado como lo presumía vanamente en aquellas tardes de soñar despierto.Era ella,solo que en su estado natural de cosa ausente,de espíritu inclaudicable, ajeno al paso del tiempo.Y yo......de este lado,en ese instante................Aterrorizado intenté huir,pero los pies no respondieron. La niebla estaba ahí confundiéndolo todo y la suave brisa que empezó a mover las hojas allá en lo alto y algún pájaro despertando estremecido y el banco vacío frente a los dos que estábamos más juntos que nunca, enredándonos secretamente y en silencio,siempre en silencio en el ramaje que tímidamente hacía que nos acariciáramos con una naturalidad que ningún ser humano, por sensible que fuera, podría percibir.

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ORFEBRE

Mensaje por Doral » 20 Jun 2006, 11:53

Hola poeta Orfebre, muy lindo y melancólico relato el de su plaza, huele a nostalgias persistentes, y un poquito de añoranza, pero igual muy interesante de principio a fin.

Me gusta leerle poeta amigo.

Doral.
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Guillermo Cano Botero
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Estimado Orfebre

Mensaje por Guillermo Cano Botero » 20 Jun 2006, 14:20

Una melancolica pero interesante y maravillosa historia, de esos espiritus que a veces nos rondan y a los que rondamos nosotros, que se vuelven compañia indispensable para nuestra soledad.

Mis respetos a tus letras.

Guillermo
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Omerlliug Onac - siglo V

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