EL INTRUSO

[Christian Solis Solis]

EL INTRUSO

Creía como muchos: Que el hombre es el juez supremo de sus actos y sus pensamientos, que los límites del bien o del mal, de lo justo o lo injusto, de lo moral o amoral; solo podían ser determinados por nuestras conciencias, pero aquella noche, aquella espantosa noche que nunca olvidaré; comprendí que había vivido ciego, ciego a lo realmente trascendental.
El raudo e imperdonable invierno azotaba con furia toda la ciudad y, en mi habitación, una placentera oscuridad hacía compañía a mis más profundos pensamientos, mientras que mi cuerpo, presa de nubilosas sensaciones que las bocanadas del humo milagroso le iban dejando, permanecía quieto, invariable, casi fuera de mí. De pronto:
–Carlos, Carlos–. Una extraña voz rompió la subjetividad del ambiente y me llamó.
–Carajo, esta si es de las buenas –me dije. Sintiendo una sonrisa cómplice y de regocijo en los labios, mientras que mis ojos, clavaban extasiados sus miradas en el ya casi consumido moño rojo que entre mis dedos se disipaba. Pero casi de inmediato:
–¡Carlos! ¡Carlos!–. La desconocida voz volvió a surgir con rudeza, ahora tan real, tan amenazadora, que mi cuerpo, que hasta ese momento permanecía tranquilo, estremecido empezó a temblar con violencia, mientras que mis ojos, sorprendidos muy sorprendidos, a tal punto de poder explotar dentro de sus órbitas, recorrían inútiles de lado a lado cada espacio enmarcado dentro de aquella oscura habitación.
Con gran esfuerzo bajé de la cama, sintiendo la respiración cortada y un intenso sudor que me humedecía hasta las entrañas. Fui directo hacia el interruptor, encendí la luz, e instintivamente cogí el cuchillo que en la mesa permanecía; pero nadie, no había en absoluto nadie.
Más calmado e imputando con certeza el origen de aquellos extraños sucesos al humo milagroso que misterioso y abstracto se desplazaba a mi alrededor, devolví el cuchillo a la mesa, respiré profundo, y me eche a reír a carcajadas.
–Que estúpido soy –me dije. Y volvía a repetirme lo mismo una y otra vez; cuando sin querer, noté la desnudez de mi delgada anatomía reflejada en las amplias formas del viejo espejo que colgaba frente a mí y, me note distinto, irreconocible, hasta quizá ajeno
–Mejor voy a dormir –susurré con desgano, dando la espalda al viejo espejo para poder alcanzar el interruptor. Y al apagar la luz:
–¡Mírame!, ¡mírame!–. Un nuevo y espeluznante grito tras mi espalda vibró,
–¡Mírame!, ¡mírame!–. Y mis dedos, que aún no se habían apartado del interruptor, con un mecanismo de acto reflejo al instante volvieron a encender la luz, mientras que mi cuerpo, presa de un pánico absoluto, y exenta de todo autocontrol, emanaba toda clase de líquidos y desechos que contenía en su interior.
–¡Mírame!–. Se oyó como un ultimátum y, al voltear, lentamente, con el corazón a punto de reventarme el pecho y el miedo más intenso que humano alguno pueda conocer; reflejado en el espejo, vi a mí otro yo, que clavando una indescriptible mirada a la mía gritaba:
–"¡Asesino!", "¡asesino!"–. Aterrorizado del todo y casi a punto de estallar, me abalance contra el espejo y, con los puños desesperados y furiosos, busqué callar golpe tras golpe a mi maligna imagen que ahora sintiendo mi desquicio gozaba y, con demoníaco sarcasmo reía.
Ya después, exhausto, acurrucado en una esquina y llorando, con los puños desgarrados y restos del grueso espejo y sangre salpicada por doquier; alcanzó a mi mente el recuerdo de una noche, una maldita noche como aquella. En la que al llegar a casa, ciego de celos y de ira, arranque la vida del traidor amigo y de aquella infiel que había amado tanto.



Christian Solis Solís

[oZZy]

<center>Carajo..èsta si es de las buenas!
...mal recuerdo amigo!
Hay alguien...ke jamas te serà infiel
te ama..y yà pago tu deuda....

Encantado de leerte...ànimo!


Felicidades Christian !

Saludos peruanisimos....y no olvides sonreir