La fresca brisa limpiaba mi rostro con suaves caricias aquella tarde de mayo. Alzaba mis brazos al cielo en son de súplica y todo mi ser corría debocado al encuentro de su esencia. Sentí en un breve instante como cada poro de mi alma se desprendía, uniéndose en completa armonía con el sublime canto de nuestro árbol, me mecí en sus ramas a la distancia mientras mis ansias locas gritaban por abrazarlo… cruce mil calles en la carrera y jamás reparé en el pasar de los autos, nada importaba, no existía el tiempo ni las leyes ni la razón, solo existía yo volviéndome mil fragmentos de nada esparcidos en la espesura de aquel espacio desaparecido.
Mis piernas, desvanecidas, tocaron el verde pasto que le rodeaba, mis manos sintieron su frescura húmeda y por fin supe que estaba allí, frente él, postrada a los pies del escenario de nuestras charlas, Las lágrimas nublaron por completo mi vista, y fui totalmente incapaz de admirarlo, solo un canto, un susurro en mi oído que me decía que me amaba. Estiré mis brazos y lo toqué, palpe la rugosa textura que le rodea y de inmediato exploté en mil pedazos y lloré, lloré tanto que ya no se cuanto lloré y él, enternecido con mi llanto, danzó y entonó sus melodías al son del viento ofreciendo un concierto de consuelo solo para mí… Me entendía… le veía luz… le sentía luz, y protegida con sus ramas abrazando mi tristeza, me convertí como él en luz.
Sin tiutlo
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Sin tiutlo
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<center>El hombre sabio incluso cuando calla, dice más que el necio cuando habla.</center>
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- Cynthia Gallardo
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