Gotitas aperladas, rara mezcla de sudor y sal, paseaban intrépidas, cínicas y sin pudor sobre mi escote, mi mente divagaba ufana al compás de la brisa, las olas frescas y salvajes, furiosas y enemigas golpeaban con fiereza los rebordes arenosos de la playa. Disfrutando de un bello paisaje, recostada sobre mi espalda, desembarazándome una a una de las prendas que cubrían celosas mis carnes…en Soledad infinita, en comunión perfecta con las fuerzas del mundo, disfrutando, gozosa en mi pequeña isla privada, mi escondite preferido, alejada del bullicio incesante, de la fauna urbana, disfrutando simplemente de una calida tarde en Playa Norte me encontraba aquella tarde pensando en ti.
Sin aviso previo, Un obstáculo interpuesto de repente me impidió tomar el cálido baño soleado que mi piel anhelaba forzándome a cruzar aquel frágil umbral, línea invisible entre realidades y fantasías. Molesta en verdad, abrí los ojos convencida de encontrar a cualquier paseante absorto, devorando mi desnudez…
Mil incendios en mi mente, el calor interno me abrazaba y subía sin control a mis mejillas, quise alcanzar presurosa una prenda, cualquiera de ellas que hace un rato me estorbaran y que fui tirando con total descuido a uno y otro lado. Era inútil. Frente a mi te erguías soberbio. En tus ojos, un brillo especial con sabor a lujuria matizaba tu rostro de manera encantadora. Crucé mis brazos rápidamente sobre mi torso intentando conservar ante ti un poquito de dignidad. Rufián, pensé enseguida al verte ondear con sorna cada una de mis prendas en tu mano. Reíste y tomaste asiento frente mi. Tal afrenta me parecía inconcebible, quien te crees para tenerme así, vulnerable, indefensa y desnuda ante ti? Quise gritarte y te grité, quise insultarte y te insulte quise golpearte y mis manos ocupadas intentando esconder un poco mi fragilidad, se negaron a apartarse de mi pecho, y tu, divertido y excitado reías frente a mi, ondeando sin cesar las ropas que hace un rato me quitara y que en ese mismo instante hubiera deseado conservar.
Querías una respuesta, simple y sencilla respuesta misma que no te di. Insististe por un rato, y yo furiosa, estalle una y mil veces odiando tu arrogancia, tu enorme ego y presunción, y mas odiaba saber que esa situación por mi fue provocada. Te odiaba y sin embargo, al pasar de los minutos me sorprendí deseando me besaras, anhelando tus caricias, tus manos tibias recorriendo mi piel desnuda, tus labios libando mis labios, provocando calores, besando mi cuello, aventurando unas caricias, arrogantes y ofensivas caricias en las carnes del sur…
Reíste nuevamente cuando te conteste que no, esa era tu respuesta, te equivocas dije, al pensar que por una sonrisa, un ligero coqueteo, tal vez un beso al aire, me encuentro deseosa de ti. Mentira sentenciaste y enfurecí, enloquecí de impotencia, Monstruo, que te crees. Reíste y reíste, y reíste tanto que no se ya cuanto reíste, hasta que te cansaste, y decidiste marcharte, depositaste insinuante mis ropas sobre mis piernas y me besaste victorioso adivinando mis calores… Cerré mis ojos un momento, deseando te esfumaras y al volver a abrirlos ya no estabas. Aliviada después de un rato, playa norte languideciendo ante mi vista, mis calores refrescados y mis locas fantasías desapareciendo, decidí cerrar sesión e irme a dormir.
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Edith Curiel
Derechos Reservados
Noviembre 2006
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