CUENTO DE NAVIDAD

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leidis
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CUENTO DE NAVIDAD

Mensaje por leidis » 30 Nov 2006, 16:22

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NAVIDAD EN EL BOSQUE
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Como todos los años, la llegada de la Navidad conseguía sembrar un pequeño desconcierto en el bosque, donde los abetos se mostraban orgullosos pensando en su glorioso futuro más próximo, en el que ocuparían uno de los lugares más destacados de la casa.
De sus ramas colgarían los adornos más bellos y brillantes, así como luces de parpadeantes colores. Al lado de la base de su tronco se colocarían incontables paquetes de regalos que llenarían de alegría a sus preceptores, en especial a los más pequeños de la casa. Toda esta maravillosa situación estaría envuelta en el sonido de alegres cánticos navideños.
Tal vez uno de los mayores motivos de alegría de los abetos era el que, según las nuevas disposiciones al efecto, los árboles destinados a la Navidad, no podrían ser talados, sino que deberían ser arrancados con su raíz para volver a plantarlos una vez pasadas las fechas festivas. Esto significaba que su existencia no terminaba con las fiestas navideñas, sino que posteriormente sería plantado en uno de los jardines de la ciudad o devuelto al bosque. Estas expectativas hacían que los acebos se pusieran esbeltos y bellos, resaltando aún más el verde de sus hojas.
En un claro próximo, el acebo sonreía satisfecho pues, ya había dejado de ser considerado como un árbol destinado a los actos de la Navidad y, por lo tanto su precaria subsistencia parecía asegurada por le momento. Es cierto que resultaría todavía difícil el evitar el que alguna de sus ramas o sus pequeños frutos sirvieran de adorno, pero esto ya no resultaría excesivamente peligroso para la continuidad de su especie. Envidiaba un poco al abeto, pero su satisfacción por la supervivencia era mayor que su añoranza de otros tiempos que le habían llevado al borde de la desaparición.
En el centro del bosque, el enorme castaño sonreía feliz, pues sus hojas ya caídas, formaban una gruesa alfombra en el suelo manteniendo a sus raíces con una temperatura ideal para pasar el invierno. Por otra parte, sus frutos habían sido muy abundantes y servirían de alimento para muchos animales del bosque. Otros, convenientemente confitados, harían las delicias de niños y mayores durante las próximas fiestas navideñas y finalmente, aquellos que no habían sido recogidos, serían convenientemente abrigados por las hojas y de ellos surgirían nuevos castaños que asegurarían la pervivencia de la especie.
En otra parte, el avellano y el nogal, hablaban también de sus cosas y comentaban, con sus raíces bien abrigadas por sus hojas ya totalmente caídas, que también ellos habían tenido una buena cosecha de fritos y que éstos, además de los que servirían de alimento a los pequeños roedores del bosque y también a asegurar su continuidad como especie, muchos serían consumidos durante las navidades, en forma de sabrosos turrones, pasteles, bizcochos o bien formando las no menos sabrosas “casadielles” que no pocas abuelas harían con todo el esmero y cariño para sus nietos.
Mientras tanto, en un rincón cercano, un viejo sauce se lamentaba de lo tristes que son los inviernos en el bosque:
- Para mí no tienen nada que ver con las primaveras. Esta es sin duda la mejor estación del año para mí pues, al no dar frutos, solamente puedo dar cobijo y eso lo hago muy bien. Me cubro de abundantes hojas y los pajaritos hacen sus nidos entre ellas. Entonces es cuando verdaderamente soy feliz al ver nacer los primeros pollitos, al verlos empezar con sus incipientes y temblorosos vuelos y observar posteriormente como se van, aunque esto último siempre me proporciona una cierta tristeza que compenso con la gran alegría que siento cuando los veo volver.
- Recuerdo años en los que más de veinticinco parejas anidaban entre mis ramas pero, ahora muchas de ellas ya están secas y no proporcionan el cobijo necesario, por lo que no les puedo reprochar el que me abandones y busquen la seguridad de su prole.

Mientras el viejo sauce seguía recordando historias de su larga vida, un tejón se detuvo junto a su viejo y reseco tronco y le dijo, con palabras entrecortadas por los bostezos:

- Me voy para invernar en mi cueva pues corro el riesgo de quedarme dormido aquí mismo. Espero volver a verte la próxima primavera. Ya verás como entonces estás algo más optimista.- y se fue alejando con lento e inseguro caminar.

Mientras el tejón se alejaba, el viejo sauce observó que se acercaba Sofía, la vieja zorra, la cual muchas veces había encontrado descaso y escondite a sus pies y sombra bajo sus hojas, pero que en esta ocasión, astutamente desvió su camino para evitar pasar a su lado y verse obligada a escuchar las repetidas historias de sus gloriosos tiempos pasados. Esto aumentó la tristeza del sauce y le hizo encerrarse en sus pensamientos, reflexionando sobre la ingratitud que hace olvidar y abandonar a quien ya no se necesita.
Cuando apenas faltaban unos días para la Navidad llegó el mal tiempo. Los fuertes vientos y las tormentas de agua y de nieve se sucedían constantemente, por lo que el viejo sauce no fue capaz de resistir en pie tales acometidas y en una de ellas quedó tendido cuan largo era al lado del camino. Era su final. Su tronco y sus ramas se irían pudriendo sin ninguna utilidad, por lo que el final de sus días como árbol no podría ser más triste.
De este triste y previsible final vino a rescatarlo, sin embargo, quien menos podría esperarse. Fue Ramón, el alcalde del pueblo, un hombre que jamás se había distinguido por sus ideas y sensibilidad el que, sin embargo tuvo la ocurrencia de proponer:
- Vamos a trocear la madera del sauce y se lo vamos a dar a esa familia de inmigrantes que se ha instalado en la vieja casa de Manuel el herrero para que, por lo menos durante estas Navidades no pasen frío.

En los reinos de la imaginación, el fuego es uno de los elementos más importantes pues, es poderoso, da calor y purifica, entre otras muchas virtudes que se le atribuyen.
Por eso, al sentirse abrazado por las llamas, que reflejaban los rostros felices de unos niños mientras disfrutaban de su humilde cena, el viejo sauce se reía de los abetos y demás árboles del bosque, a los que alguna vez envidió, mientras que una sensación de inmensa felicidad le invadía al soñar que su final era animado por los miles de pájaros que habían nacido entre sus ramas y que ahora venían a cantarle el recital de trinos más bello jamás imaginado


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ROUSSE
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Mensaje por ROUSSE » 30 Nov 2006, 21:51

hermoso cuento.amiga es un honor leer lo que envias.

saluditos de amistad.


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