
En el restaurante me toca presenciar la siguiente escena: llega una pareja con tres hijos y se sientan junto a una mesa de jóvenes. Uno de los jóvenes, esta hablando por su Nextel en voz alta; el papá visiblemente molesto, voltea y le dice de buena manera, “Oye compadre, salte a hablar a otro lado ¿no?” el joven, lo ignora y sigue hablando. En eso, ante el asombro de todos, el papá se levanta y furioso le empieza gritar “Eres un ·$%&/=$”, un tal por cual ¿qué no estas oyendo?…”. El joven cuelga con cara de asustado. La comida simplemente, se les echó a perder, a todos.
Seguro a ti también, alguna vez te ha pasado. Eres una persona dulce y tranquila, estas del mejor humor; de pronto algo pasa, que en segundos dejas de ser tú, te transformas y te conviertes en HULK, en el monstruo de la laguna, se te sale el diablo y te vuelves una persona irreconocible e histérica, para después, por supuesto, arrepentirte de tu reacción. Pero , además, encuentras que la gente ante esa situación que te sacó de tus casillas, ni se inmuta y te dice, “Bájale, bájale, no es para tanto”.
¿Por qué pasa esto?
Imagina que cada uno de nosotros tenemos en el pecho un tablero lleno de botones de muchos colores. Cada uno de esos botones genera o dispara un tipo de respuesta de acuerdo a la gama de emociones que vivimos. Unos son positivos y otros negativos. Por ejemplo, cuando sientes gratitud o escuchas un “te quiero”, se accionan los botones azules. Esos son los botones felices. Cuando sientes envidia se prenden los botones verdes; cuando sientes miedo, los negros; optimismo, los magentas y así, con cada una de las emociones.
La mayoría, al oprimirlos, generan una respuesta humanamente normal; pero… ¡Ojo! hay unos muy especiales: los rojos. Todos los tenemos. Al pulsarlos provocan que una alarma interior suene… ¡ BEENG, BENG, BENG ! tipo James Bond en peligro. Sientes como una gran energía negativa se posesiona de ti, te impide pensar, te distorsiona la realidad y… viene la sobre-reacción. Una sobre reacción, por lo general, despierta algo de nuestra infancia; un recuerdo, una experiencia negativa.
Por lo tanto, lo que a mi me saca de mis cabales, a ti, puede no hacerte nada. El botón rojo de cada cual, es diferente. Hay personas que si se les cierra un coche en la calle, son capaces de bajarse y matar a golpes al otro; mientras que otros, con toda tranquilidad, dicen, ¿Tienes prisa? Pásale...
Ya que ese botón te puede hacer perder la chamba, una amistad y muchas otras cosas más, te invito a preguntarte, ¿Qué dispara mi botón rojo?¿El de mi novia o esposo? ¿Cuál es el de mi jefe? ¿De mi amiga? o ¿El de mis hijos?
A continuación te presento algunos disparadores más comunes para ver si te identificas con alguno.
Los botones rojos más comunes:
1.- Ver que alguien viola las reglas. La irresponsabilidad. Ver que una persona es injusta, se aprovecha o trata mal a otra. La impuntualidad. La mentira. Cuando me critican injustamente.
2.- Sentirme rechazado/a. Cuando una persona no aprecia o valora lo que hago por ella. Saber que me excluyeron de un grupo, una fiesta o una reunión.
3.- Cuando un obstáculo interfiere en mi meta. La gente que no se esfuerza, incompetente. Cuando tengo prisa y el de enfrente maneja despacio. Cuando el otro no va al grano. La indecisión. Que no me reconozcan. Que me ganen.
4.- Sentirme abandonado/a. Ver que me menosprecian. Cuando a alguien se le olvida mi cumpleaños, de ir a verme al hospital o de llamarme. Ver que alguien en quien confío me desilusiona. Cuando no me siento escuchada/o.
5.- El no tener privacidad y tiempo para mi mismo/a. Que se intrometan en mis asuntos y mis cosas. Las personas muy emocionales y que de todo lloran. Que me exijan.
6.- Cuando alguien me traiciona. Que me hablen golpeado. Ver que alguien con autoridad me trata mal, se aprovecha de mi o de alguien más. Sentir que no me creen o ponen en tela de juicio lo que digo. Cuando siento que me presionan.
7.- Sentir que me limitan, que me controlan; que no me dejan hacer lo que yo quiero. Las personas y situaciones aburridas. La gente que se queja de todo.
8.- La manipulación. Las personas deshonestas. Que me hagan sentir débil o que no tengo poder. No poder controlar una situación. Las personas débiles, que no se defienden. Las reglas injustas.
9.- Que me ignoren, que no me tomen en cuenta. Que al tratar de decir algo, no me hagan caso. Que me obliguen a decir NO cuando yo quiero decir SI. Verme forzado a enfrentar un conflicto.
Una vez que identificamos los botones rojos, conviene saber que son disparadores que nunca se van a quitar; siempre me van a provocar ese enojo desproporcionado; sin embargo, una vez que los identifico, los puedo controlar y relajar maduramente.
Conocer qué situaciones disparan mis botones rojos es muy positivo, ya que son una gran oportunidad de conocerme y de crecer.
Dice Freud que lo que no se habla, se actúa. Cuando soy capaz de poner en palabras aquello que materialmente me saca de mi; cuando puedo superar mi instinto, cacharme en el momento y decir, “Ahí viene, ahí viene…esa energía negativa”, entonces es más fácil que la pueda controlar.
Así que, lo importante es desactivar la bomba antes de que explote; y la mejor manera es respirar y no hacer nada; esperar a que pase. Recuerda que cada vez que te dejas llevar por esa energía negativa…pierdes. ¿No crees?