Se coló,
se coló por el hueco de una habitación,
jamás tal belleza unos ojos pudo retener,
cuán gacela ágil lo inundó.
Su olor, como lluvia del mes de estío,
que utopía poder tenerla para uno mismo,
su boca, el roce de esos labios,
el sabor de esa lengua.
Piel de melocotón, tersa, fina,
su andar,
qué movimientos, qué sensualidad,
cuantos tormentos para unos ojos bellos.
Sus caderas, sus pechos,
su bajo vientre, todo su cuerpo,
más que gacela es la diosa de las fantasías,
la dueña de los sueños.
Nunca una habitación vibró tanto ante tal calor,
nunca una habitación lloró tanto ante un adiós,
se coló en el hueco de un corazón,
se coló y no se quedó.