LOS ULTIMOS DIAS DE JESUS

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luis mantilla
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LOS ULTIMOS DIAS DE JESUS

Mensaje por luis mantilla » 24 Jul 2006, 20:18

Se hace de un cordón, lo empuña con la misma fuerza que pretenderá rechazar los clavos de la tarde oscura de la Gólgota; vuelca una mesa donde estaban los palomares, coge el sillín y lo lanza contra el redil de las cabras, lanza alguna ordinariez propio de un hombre enfurecido, no es canijo el motivo, la casa de su padre, bastión de su alabanza, rinconcillo de oración, lo han convertido en cueva de salteadores; los leales aquietan su animo, entienden que…………hombre ante todo. Dos días después, regresa al recinto de la predica; hay multitud, hay esperanza, hay fieles…..hay fe, de entre la creyente chusma, un anciano sacerdote reta a Jesús, delante del ciento de espectadores pregunta si es legítimo ante los ojos de Dios, pagar tributo al César; el hijo del hombre piensa unos segundos, mientras el carcamal sonríe vanagloriándose de un efímero triunfo, los soldados romanos que son testigos de la escena, frotan sus lanzas, si Jesús dice no, lo ejecutaran al instante, nadie se opone al emperador, ¿Y si dice si? Sus seguidores lo ultimarán a pedrada limpia, el ambiente es tenso, Jesús con el mentón erguido y la palabra protegida por la sabiduría, pide una moneda, muestra a la afluencia y dice: ¿De quién es este rostro? Todos responden: del César, entonces el hijo del hombre inmutó el escenario: den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; el anciano sacerdote y sus seguidores no hallaban dirección, se habían perdido, la turba celebró su derrota, no había tregua, tremenda lección del juicioso, dejé de verlo como un hirsuto, su imagen se tornaba bella y daba forma al revolucionario. Aunque el hombre de Belén mencionaba a Pedro como su sucesor, Mateo pugnaba por un lugar de privilegio, pensaba tener los mismos derechos pues solventaba gran parte del fundamento cristiano, se equivocó, el corazón de Jesús no tenía precio, no se comercializaba, como él dijo, era más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, a que un rico ingrese al reino de Dios; El movimiento crecía, en todo el territorio se dilucidaba que el hijo de Dios ya estaba entre ellos; aliviaba, adiestraba, oraba, revelaba; le escucharon decir que pronto se iría, que el fontanal de amor se haría de odio, que se sacrificaría para salvarnos de nuestros pecados, nadie lo entendía. La noche de Pascua fue misteriosa, el Maestro, como todos lo conocíamos, marcaba un paso vacilante, la sonrisa que cubría las yagas del rostro de los días de duro sol, estaba ausente, se sentó rodeado de sus apóstoles, y vaticinó su próxima muerte, el ambiente pesaroso se cubrió de frío, más aun cuando dijo que alguien que estaba en esa mesa lo traicionaría, entre sus seguidores hubo conatos de gresca e insultos, todos eran sospechosos hasta que él mismo señaló a Judas Iscariote como el traidor, éste entendió que su permanencia era riesgosa y se marchó, no sin antes escuchar los insultos y condenas de todos nosotros. Llegaron los rumores de la próxima captura del predicador, no era una noche cualquiera, nos fuimos juntos al jardín de Getsemaní, hermoso lugar para agradecer a su padre semejante misión, se aleja del grupo, arrodillado ora, balbucea, aunque no se le divisa bien, podría asegurar que derramó algunas lágrimas, sus seguidores apostados en la rosaleda, divisan luces, podrían ser mas de cien, a la cabeza el indigno Judas, el Maestro mantiene entereza, no esta sorprendido, sabía que esto ocurriría, desenvainamos nuestras espadas, decidimos dar lucha y defender a nuestro adalid, al percibir nuestra enérgica decisión, el hijo del hombre anunció: “vuelvan sus espadas, todos los que tomen la espada, perecerán por la espada”, no me quedó dudas con respecto a su sabiduría; Judas se le acercó, algo se dijeron al oído, luego el traidor le estampó un beso en la mejilla; el sacerdote ordenó a los soldados lo atasen, aunque el maestro no oponía resistencia, fue cruel su arresto, luego, ante la protesta de todos, se lo llevaron. A la mañana siguiente fue llevado ante Caifás, no siendo suficientemente entero para juzgarlo por blasfemia, lo envía ante el representante del dominio romano Poncio Pilato, luego de complacer al público con algunos azotes, lo envía al gobernante de Galilea Herodes Antipas, a este paso lo seguíamos de lejos, nuestras vidas peligraban y vaya, los que juramos lealtad y fidelidad al hijo de nuestro Dios, nosotros, quienes debimos sacrificar nuestras vidas por la suya, como después lo haría él por la de nosotros, nos manteníamos vergonzosamente pusilánimes. El cruel Herodes regresó a Jesús nuevamente ante Poncio Pilato, éste no le encontró culpa alguna, pero la turba enardecida pedía rabiosamente crucifixión, crucifixión; indultó al insurrecto Barrabás, luego se lavó las manos y lo condenó a muerte. Nuevamente se le azotó sin lástima, empezó a sangrar mas profusamente, y la gente, aquella que la recibió efusivamente como el hijo de nuestro Dios, lo escupía e insultaba, observé a su madre María dentro de la turba, mas que la elegida por el omnisciente, era Madre, clamaba por piedad y ayuda, al costado de ella, María Magdalena, la mujer rica de Magdala, la que al conversar con el maestro no emanaba amor de hija sino de barragana, lloraban inconsolables, las envidiaba, ¡Qué valor! ¡Qué lealtad! nosotros los cercanos al maestro, de lejos para salvar nuestras miserables vidas, Juan corrió, dicen que se fue del ciudad, juramos amar, ¡Sí! Amamos nuestra cobardía, como en los tiempos futuros y dejamos a nuestro señor en el olvido. Era el mediodía y el maestro salió del recinto de la gobernación romana, apenas caminaba, claro, cargaba una pesada cruz, por algunos instantes quise arriesgarme y ayudarle a cargar, los que estaban a mi costado, me hicieron entrar en razón, me relacionarían con él y de seguro me matarían, la túnica blanca que en la mañana lucía, se transfiguro en rojo sangre, una corona de espinas arrancaba la piel viva de su frente, luego con un esfuerzo de hombre miró hacía su madre, María Magdalena y un grupo de mujeres, después por boca de ellas me enteré que dijo: “no lloren por mi, lloren mas bien por ustedes y sus hijos, porque si a sí tratan al árbol verde, ¿Qué harán al seco?”, camino al gólgota, un pobre campesino Simón de Cirene, es obligado a llevar la cruz, mientras que el Maestro ya poco caminaba, cae por tercera vez, nos mira, trata de decirnos algo, se sobre para y sigue; casi desfalleciente llega al Gólgota, los soldados romanos lo clavan sin sentimiento, él ruge ira, natural en un hombre ultrajado, el tercer clavo le destroza los tobillos, aprieta los dientes, empuña los clavos, trata de sacárselos, grita, grita y grita, pide a la gente arrepentirse, pide a la gente adorar a su padre, les predice hambre, miseria, dolor, llanto, guerras, sangre, desastres……nadie entiende nada; erigen la cruz entre otras dos, ya arriba empieza a balbucear, mientras que sus prendas son jugadas por los soldados; serían las tres de la tarde, el sol, por orden divina empezó a huir, las tinieblas de apoco cubrieron el condenado cielo de Jerusalén, sus labios resecos pidieron agua, solo vinagre saborearon, miró por última vez a su madre, luego hacía el infinito, se encomendó a alguien y ………murió. Creí estar seguro que la gente testigo del Gólgota aprendió la lección, que todos contaríamos a nuestros hijos, nietos, bisnietos lo que aquí vivimos, que esta enseñanza se aprendió, me equivoqué, poco falta decir que la muerte del nazareno fue en vano, ayudemos a que no sea así.

LUIS MANTILLA (LUMAN)

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