Julia: ¡La mujer del sol!

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brisa_nocturna
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Julia: ¡La mujer del sol!

Mensaje por brisa_nocturna » 07 Nov 2005, 01:47

Julia: ¡La mujer del sol!






En mi último viaje a Londres, me perdí varios meses en un pueblecillo llamado Sant.Capolé. Perdida es un decir, la verdad es el pueblo mas lindo que pude haber conocido: cargado de callejones obscuros que serpenteaban todo el pueblo y que todos llegaban al mismo lugar: La Catedral. Pueblo de gente huraña, fría, tal vez por eso me cautivó.

La primera noche que pasé ahí conocí gente linda en la posada: una pareja -jóvenes ambos- que según su charla, venían año con año a pasar caí sus vacaciones, y me invitaron a una lunada sobre una ribera; un lugar al pie de uno de los tantos bosques prohibidos que existen en Londres; prohibidos por la espesura de la niebla que lo arropa -y de la cual adentrando nadie podría salir-, y lleno de bellos árboles cargados de aromas, pero tan altos que ningún rayo -de sol o luna- podía atravesar la espesura y lo cerrado de sus altas copas.

La cálida platica nos comió las horas rápidamente, hasta que nos empezó a caer el crepúsculo del amanecer. Un grito aterrador sonó por la ribera, mi corazón empezó a latir con una furia que jamás había sentido.

-¿Que es eso que grita?- Hice como comentario, haber si así el furor de mi corazón bajaba.

-No te preocupes no es nada, solo el silbido del viento y la naturaleza que despierta del letargo nocturno-. Contesto el lindo chico mientras abrazaba a su mujer, viendo como el cielo se llenada lentamente del brillo del sol.

El grito volvió a partir el viento; era demasiado dolor el que ese grito pardo emitía, mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte.

-Bueno, - decía el joven- como esos gritos no cesarán y tú pasarás varios días en Sant.Capolé será necesario que te diga de que son esos gritos.

I

Un día fresco de verano caminada por las veredas de este pueblito pintoresco, un joven llamado Adolfo: era un joven soñador, con una sonrisa que le caracterizaba siempre a flor de piel, y mulato hasta la medula de los huesos. Le fascinaba caminar y llenar sus pulmones de aire limpio y fresco que limpiaba las impurezas de su alma.

Era un joven enamorado, enamorado de las flores, del sol, de la vida en si. Pero Adolfo aún no conocía el verdadero amor, ese qué te cala como balde de agua fría, que te llena, que te sacia de deseos puros y malsanos, ese que se arremolina en tus entrañas como un torbellino, ese aún no le conocía, pero conocería...

Una noche, entre tantas veredas que caminada dio con una que jamás había transitado o que jamás había visto, cargado de curiosidad entro en ella; era sombría como las demás pero con algo qué lo envolvía, algo que ni él se explicaba; la recorrió lentamente varias veces y algo dentro de él se exaltaba.

Paso varias horas ahí, hasta que cansado se poso enfrente de una casona: era enorme y de grandes ventanales que tapadas estaban con cortinas negras -negras pensaba él, ya qué con la noche encima no se distinguían bien los colores-.Ventanales de formas extrañas y colores diferentes, cargados de bellas flores sobre sus balcones. Cuando dispuesto estaba a marcharse, vio una forma blanca moverse lánguidamente entre unos de aquellos ventanales; era blanca como luna, radiaba una luz cálida y serena. Eso solo puede ser una mujer ¡Hermosa Mujer! La mujer de mis sueños, la perla que ya añoraba -pensó Adolfo-.

Noche a noche Adolfo iba y se posaba enfrente a aquella casona, noche a noche crecía algo en el, crecía como aquellas flores crecen en un apartado páramo; páramo al cual llenan de luz, que cargan de deseos, que los hacen vibrar; algo a lo que él llamo: ¡Amor!.


II

Pasaron noches y noches y Adolfo no faltaba nunca a la cita que tenia enfrente a esa casona. La bella madona ya se había dado cuenta de la existencia de ese joven soñador de linda sonrisa. Los primeros días solo se asomaba ligeramente al ventanal, pero un día el ventanal se abrió de par en par, y salió airosa: parecía una mariposa cargada de colores, pincelazos de luz que Dios había dejado en cada una de sus bellas alas. Adolfo anonadado miraba como sus cabellos caían como cascada de luz sobre sus hombros, ¡Ya la Amo! -repetía Adolfo-. Veía como la suave brisa nocturna acariciaba la mata dorada de aquella bella dama, la brisa los acariciaba y los movía suavemente como una ola de mar.

Un noche cuando Adolfo llegó a su cita se encontró con una maravillosa sorpresa, su linda joven estaba al pie de aquella casona, le esperaba. Adolfo loco de alegría corría de un lado a otro, parecía un chiquillo al cual se le ha complacido en un berrinche; loco... loco de amor, su corazón parecía un relojito que hacia tic-tác al compás de sus suspiros.

Ella lo observaba placidamente, en su cara -blanca como la leche- se deslumbraba una sonrisa, sonrisa que hacia unos preciosos y delicados pliegues al rededor de su boca; Dios ¡Que boca!; boca que parecía fruta fresca, una fresa rojiza, manjar delicioso que ya añoraban los labios de Adolfo.
Cuando ella dijo: -¡Hola!-. Adolfo creyó desfallecer: su voz era como coro de ángeles, era cálida y abrasadora, y él sentía que lo acariciaban con un suspiro de viento.

Los días se perdían como agua entre las manos. Al fin Adolfo sabia el nombre de su amada, era: ¡Julia!.
El nombre perfecto para nombrar el amor -pensaba Adolfo- así te soñé, con esa piel, con ese cabello dorado, con esa sonrisa, con ese nombre, así te soñé, ¡Así soñé toda mi vida el Amor!.

Pasaban noches en vela platicando, amándose con sonrisas, con suspiros, el amor había florecido en dos noctámbulos corazones. Al fin Adolfo había conocido el amor, ¿pero cuanto duraría?. Se pasaban las noches admirándose, pero casi al surgir el alba, cuando los rayos de astro sol empezaba a partir la oscura noche, Julia tenia que entrar en la casona, cerrando puertas y ventanas tras de ella. Se marchaba llenado de amor el corazón de Adolfo, amor como una medicina de la cual él necesitaba diariamente una dosis muy alta.


III

Julia provenía de una familia de Burgueses llamados \\\"Los Storn\\\", ella era hija del General Manuel Black Storn: un hombre pulcro y de una fama intachable, hombre que había echo mucho bien a la comunidad, por tal motivo todos en el pueblo y a la redonda apreciaban a aquella familia. Julia era la única que quedaba de los Storn; sus padres habían muerto en aquella peste que azotó el pueblo hace ya varios años; ella, había sido hija única.

Muy poca gente sabia de la existencia de Julia ya que ella no salía de casa, se decían tantas cosas de ella: que si era sorda y fea, que si era coja y muda, vamos se decía que se creía el centro de la tierra y que nadie merecía de sus palabras. Había solo una persona que salía y entraba en esa vieja casona, ella era la nana: se decía que era ella era la única de soportar aquella déspota mujer blanca -blanca como la leche-.

Desde que Adolfo visitaba a Julia noche a noche, los vecinos se arremolinaban en sus ventanas viendo a esos dos chicuelos, como disfrutaban de la vida, del amor y se preguntaban si esa bella joven era en verdad lo que todo el pueblo decía.

-Al fin Julia tiene un poco de dicha en su alma- decía un una mujer a su marido mientras los observaba bailando esa noche; Esa mujer era una de las únicas que sabia por que Julia era tan desdichada.


IV

Hubo una noche que Adolfo la paso solo frente aquella casona, su amada no había salido, le hacia tanta falta que casi desfalleció esa noche del delirio que le provocó la ausencia de su doncella; pensaba en entrar y robarle con furor un beso y salir gritando, ¡He besado un ángel! ¡He besado hoy un ángel!; pero la casona estaba cerrada con unos fieros candados.
-Mi amor está prisionero. -pensaba Adolfo-.

Julia estaba enferma, pasó varios días en cama, pero en su interior se anidaba algo; anidaba amor por el joven de sonrisa encantadora, amor que brotaba a borbotones dentro de su corazón.

Sin estar juntos todo parecía triste, hasta el jardín de la casona parecía contagiarse de la tristeza que invadía a los enamorados, las flores empezaban a morir lentamente, y eso que la primavera estaba llenando de flores todo Sant.Capolé.

Julia la paso en cama, había tenido la grandiosa idea de abrir un poco la cortina y un furtivo rayo de sol había entrado como un torbellino en aquella sombría habitación.

Adolfo no comía, no dormía, sin su Julia ya nada tenia sentido: ya no había sol, la luna no brillaba, las flores ya no poseían aroma, ya los días eran cruces que tenia que cargar. Pero nunca falto ningún día a su cita, ninguno, aunque su corazón inundado de melancolía llorara.



V

Julia paso un mes en cama, recobro fuerza, muchas mas de la que debería

Esa noche cuando Adolfo llegó, ella se le arrojo a los brazos, él con gusto la tomó, se miraron uno al otro, se besaron con los ojos, los labios de ambos lentamente se unían y estalló un beso: explotaba algo dentro en las entrañas, eran fuegos artificiales de miles de colores, los mas bellos que ambos habían sentido. Adolfo recorría lentamente la espalda de su doncella, después sus manos se perdieron entre esa espesa cabellera dorada como el oro. Julia se dejaba amar; el amor brotaba por cada poro de la piel, nada que pudiera pasar opacaría ese bello instante cuando ambos se entregaban entre besos y caricias.

Las flores empezaban a surgir entre la noche, ese bello jardín dio flores como nunca, de echo hasta flores que jamás habían existido ahí: Tulipanes, alcatraces, gardenias, rosas, claveles de todos colores, el aroma era indescriptible: Ellos se daban besos entre un aroma celestial.

La luna danzaba como loca, ella había anidado el amor entre dos almas de bellos sentimientos: Él hombre soñador, y ella el mejor sueño que él pudiera haber tenido; Ella deseosa de un caballero que lograra quitarle la tristeza del rostro, y él, el mejor bufón de una corte real.

Dos almas empezaban una vida juntos cargándose de besos y caricias, ¿Cuantas noches pasaron así, agazapados entre el bello jardín de Julia? ¿Cuantas promesas esa noche se hicieron mutuamente? ¿Cuantos suspiros mataron con un beso?; Esa noche la pasaron entre besos y caricias, bailes y abrazos. Todo era magia, un sueño, un sueño del que pronto...despertarían.



VI


Una noche ella propuso tomar un paseo, -al fin había decidido dejar esa casona por un instante- se alejaron a un páramo del cual se podía ver el pueblo, las luces encandilaban bellamente esos ojos miel.
- ¡Que ojos mas bellos! -repetía para sí Adolfo-.

Esa noche la piel de ambos pedía más, ya no se saciaban con besos y caricias, de esas pieles brotaba el amor, amor puro, esa noche esos jóvenes tenían deseos malsanos; La entrañas de Adolfo necesitaba probar del elixir que emanaba el cuerpo de su doncella; en cambio Julia estaba deseosa de que la tomaran, que robara la pureza de sus entrañas, que él manchara la blancura de su piel.

Pasearon un rato sobre ese verde páramo -cualquier roce de Adolfo hacia vibrar a Julia-. caminaron..., caminaron hasta que llegaron a una vieja cabaña. -¡Uy! si Julia supiera que Adolfo había planeado todo perfectamente para esa noche, esa noche que el sabia que ella al fin iba a ser suya-; La cabaña era cálida, tenia una armonía abrasadora -hay lugares donde el amor se huele como se huele una bella flor, esa cabaña estaba impregnada de ese agradable aroma-. Tenia un gran ventanal como el de aquella casa tan lúgubre, pero este al contrario esta abierto de par en par, ventanal por la cual entraba la tibia noche y los abrazaba, por donde la luna se colaba y gustosa los arropaba bajo sus rayos.

Ella se posó como una gacela sobre el borde de la cama, -esa cama estaba cubierta de pétalos de rosas, pétalos que serian los únicos testigos de ese puro y malsano amor-; Adolfo la beso en la frente como diciéndole: cariño mío te tomaré suave y sutilmente, delicadamente la reposo en el lecho y empezó a recorrer lentamente su piel, esa noche la descubriría palmo a palmo.

Bajo los rayos de luna paso lo que tanto añoraban ¡Amarse!. No se podría describir con nada esa noche, solo podría decir que fue mágica, fue una entrega de amor puro, de esos que no hay muchos.


VII


EL sol reñía con la luna -ya quería salir-. Los gorriones empezaban a trinar y la naturaleza empezaba a despertar del letargo nocturno. Las flores bebían del rocío lubricando así sus hojas, se cargaban de aromas nuevos. Tal pareciese que en aquella noche todo se hubiera amado, todo resplandecía diferente; Y el sol empezaba a surcar lentamente por el cielo.

Adolfo y Julia habían acabado exhaustos en la noche y yacían sobre la cama: uno al lado del otro con sus cuerpos entrelazados. Todo parecía indicar que seria el segundo mejor día para esa pareja de enamorados.

Los rayos del sol empezaron a entrar por aquel ventanal, -lentamente el sol salía-; Las cortinas color de cielo, se movían lentamente por la suave brisa matinal. Adolfo sonreía con la mirada, el amor le había dado el mas lindo retoño: una gacela cálidamente acurrucada junto a él.

El sol ferozmente entro y los baño con su luz. Pero algo pasaba... esa bella doncella se retorcía: parecía una serpie a la cual se le ha cortado la cabeza. Adolfo veía con horror a esa mujer hermosa como se pavoneaba en la cama, -en esa cama en el cual se avían amado horas antes-. Julia se empezaba a consumir, consumirse ferozmente y de esa piel -blanca como la leche- no quedaba nada mas que ceniza. Adolfo bella y gritaba de horror, veía como el sol se llevaba a su mujer hermosa, los gritos de horror se escucharon por todo el pueblo, el miedo se apoderaba de él.
- ¡Julia! ¡Amor!- gritaba con desdén.
- ¡Amor! ¿Que sucede?.
Julia moría lentamente bajo esos cálidos rayos matinales, se pavoneaba de una manera que Adolfo gritaba fuertemente cargado de miedo y dolor. La cara de horror de Julia no se podía describir con nada y lo último que él le escucho decir fue: ¡Te Amo!



VII


Cuando Julia era pequeña, sus padres notaron que su piel se ponía extraña al suave contacto del sol; Los médicos decían que era una extraña enfermedad, que Julia jamás podría tolerar los rayos solares directamente, que si algún dia se exponía a ellos podría ser fatal. Los Sres. Storn habían decidido condenar a su niña a las penumbras y ella jamás en su vida se había arriesgado ha ver que pasaba si al sol se ponía.

Julia paso su infancia encerrada en casa sola y triste, pero la compañía de sus padres la fortalecían, desde la muerte de ellos ya nada había sido igual. Algunas veces la paso mal a causa de algunos rayos de sol que se filtraban por aquel ventanal, pero con reposo y remedios de la Nana los superaba.

Muy poca gente sabia de la rara enfermedad de Julia: algunos vecinos y amigos de sus padres. En la casona cada primero de mes sin falta, se reunían unas señoras - de esas que creen que con rezar se soluciona todo- muy devotas a la iglesia, y se pasaban horas rezando. Decían que julia tenia una maldición que le habían echado a sus padres y que había caído en ella. Julia no creía en semejante cosa, solo las atendía por que era demasiado cortes, las majaderías no tenían cabida en su corazón.

Julia vivía resignada a su desgracia pero esa noche fue tanto el agotamiento físico que tubo que no recordó que aquel al día siguiente el sol saldría de nuevo. Ella dormía placidamente junto al cálido cuerpo de su amado y no se había dado cuenta que no había cerrado puertas y ventanas como todas las noches lo hacia en aquella vieja casona.


VIII

Después de lo ocurrido, Adolfo salió corriendo con las cenizas de Julia en mano, corría y gritaba como loco, ¿Amor que te han echo?, y con la cara llena de horror se adentro en el bosque prohibido. Que se volvió loco cuentan las malas lenguas, loco de dolor y terror al ver como había perdido a su hermosa mujer.

Se adentro en lo mas espeso del Bosque ahí donde la luz no penetra, donde todo es penumbra, y ahí esparció las cenizas de su amada Julia, esperando que algún día entre las penumbras su amada reviva.

De Julia se dice que ella era la Mujer del sol. La mujer que a él amaría, pero el sol se había portado mal y que por eso Dios la había mandado a la tierra para hacerlo sufrir. Y que volvería a él solo por un descuido de ella.

Se dice que por eso ese dia el sol entro con tanto furor, estaba cargado de rabia por que su amada había sido de otro antes que de él y por eso la consumió de esa forma tan atroz, así haciéndola suya. Desde ese día un rayo de luz se le ve de mas al sol, será que es la bella Julia que trata de entrar en ese espeso bosque donde están arraigadas sus cenizas, tratando así de revivir y vivir felizmente entre las penumbras, pero ahora junto a su verdadero amor?

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Hace ya varios años de mi primera visita a Sant.Capolé y desde ese día al conocer el porque de los gritos pardos que partían el crepúsculo del amanecer, amé mas ese pueblo. Desde esa visita decidí pasar mis vacaciones año con año sin falta aquí, y posarme todos los días en esta ribera y ver como la noche se pierde poco a poco por el furor del sol acompañado de unos gritos que aún me estremecen.


Ayer que recorríamos los alrededores del pueblo nos hemos encontrado con una pequeña cabaña, es linda y acogedora y de un gran ventanal, ¿Coincidencia? Quizá, pero creemos o queremos creer que ahí fue donde aquellas bellas almas se entregaron hasta que el sol se llevo a su mujer por aquel ventanal de cortinas color cielo que se movían con la suave brisa matinal.

Hay días en que solo pienso que Adolfo aun grita por que no recuerda en que lugar las cenizas de su amada ha esparcido ¿Será...?
Soy brisa que te toca sutilmente como un cálido beso...

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