Gracias por tantos momentos compartidos. Durante los meses en que viví con ustedes, aprendí a conocerlo y a quererlo. Lo admiro por su arrojado valor al tratar de aferrarse a la vida, aunque las minadas fuerzas de su cuerpo le dicten lo contrario. Lo amo, simple y llanamente por ser usted y por haber sido el padre de mi padre. Lo amo porque, a través de su silenciosa sonrisa, pude ver a Dios dibujado en su rostro, acabado por el trabajo y los años de casi un siglo transcurrido en su vida.
En este momento, en el que está a punto de traspasar el umbral que existe entre esta vida y la vida eterna, quiero decirle lo mucho que lo admiro y lo respeto, que yo hablaré con mis hijos sobre lo que usted significó para toda la familia, que siempre recordaré la angustia y la tristeza que sentí cuando ingresó por primera vez a ese hospital, que no olvidaré que mi padre siempre estuvo dispuesto a sacrificar su tiempo y sus años de senectud para cuidarlo, que trataré de seguir ese ejemplo cuando él esté en esas condiciones, son tantas... tantas cosas que sólo podría resumir en una frase:
"LO AMO, Y QUE DIOS LO BENDIGA"
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El Señor se llevó a mi abuelito, pero tanto cariño que acumulé para él, ahora se desborda en mi padre... Gracias, Dios mío, por haberlo dejado descansar.