<center>

</center>
<center>[size=i][12]
ESTA CARTA ES PARA TI

He tenido la intención de escribir tantas veces, pienso que quizá, no es el momento preciso para que mi carta llegue a tus manos.
Ahora nuevamente estoy en ésto y no me moveré hasta no terminarla y concluir algo pendiente que tengo contigo.
La vida nos ha puesto en situaciones límites que no nos ha permitido detenernos a decirnos lo que pensamos.
Has sido una mujer que se ha tenido que enfrentar a muchas situaciones límite de vida, por eso, te admiro y te encuentro una mujer muy valiente.
No sólo valiente, también muy inteligente y trabajadora.
Forjaste una vida holgada junto a tu marido, con él, tuviste cuatro hijos, juntos, una carrera llena de satisfacciones y dificultades como toda familia.
Tengo que reconocer que fueron el uno para el otro. ¡Cómo te amaba ese hombre! Un ejemplo.
Aquellas grandes recepciones, donde tú en un dos por tres, organizabas todo y se hacía fácil ver cómo todo salía perfectamente dentro de un protocolo exigente. O si llegaba el traslado por telegrama, no te demorabas en tener todo embalado y patír en barco, avión con toda la casa al país que eran destinados. Llegabas a una ciudad extraña sin conocer a nadie, y atenta a ver sus costumbres sus gentes, no pasaba mucho tiempo y estaban llenos de amistades compartiendo un nuevo territorio junto a nuevos amigos.
Él siempre con mirada de admiración a su querida mujer y manteniendo una relación de cariño que se trasmitía a tus hijos. ¡Qué lindo!, si… hermoso.
El gusto de compartir, bailar, inclusive cuando bailaban, todos se detenían de a poco a ver tan lindo espectáculo, eran unos maestros, esa expresión de sus rostros, el compás de la música, era lo que más atraía.
Pero no sólo quiero decirte estas cosas, también esa fuerza de voluntad que sacaste después de tus “ticinco” años, tus hijos adultos, y te quedaste de un día a otro sóla sin tu amigo, compañero, amante esposo,
Es admirable en ti ver cómo lo enfrentaste. Dirás que no, pero, recuerda que ese hombre que te acompañó toda una vida, más de 40 años, te tenía como una reina, tú no podías casi valerte por sí sóla, todo se lo consultabas y él todo trataba de darte la solución inmediata. ¿Quién iba a pensar?, que ibas asumir tan bien el papel de mujer jefe de hogar y de tu propia vida.
Como madre, siempre preocupada de estar al lado del hijo que te necesitaba cuando estaba enfermo ó compartir una alegría, una guitarreada, un baile. Tu casa abierta para recibir a hijos y nietos, no faltaba la preocupación de preparar el plato favorito de algunos regalones que no podías disimular, y no faltaba en la mesa el sentido común de sacar los “trapitos al sol”, reírnos de tus preferencias demostradas en ese momento en un rico menú. Al final sabíamos que todos a su manera recibíamos tus atenciones, claro, que los nietos se llevaban siempre la mejor parte, y nos daba gusto esa actitud de no disimular tus preferencias.
Esa personalidad que te caracteriza, alegre, elegante y simpática que no te molestaba el estar hasta las tantas compartiendo con tus hijos y nietos, en el comedor, una mesa larga, donde las conversaciones de sobremesa eran el recorrer vivencias de cada uno, anegdotas y no faltaba un recitado o un poema de un nieto que te dedicaba.
Ahora sólo quiero que sepas que mi admiración es grande, tan grande que no puedo decirlo personalmente porque es muy difícil acercarse y entregarte una felicitación y decirte:
“Madre, fuiste lo que no necesitaba, aprendí de ti más de lo que una hija puede aprender en años. Ahora, esa Madre que fuiste, y que no necesité, era porque no dejabas espacio para necesitarlo”. Me lo dabas todo.
Gracias mamá, eso quería decirte en esta carta. Suena tan simple, sin embargo, me costó mucho, mucho escribir.
Tu hija que te quiere y te desea lo mejor de esta vida.
<CENTER>

</CENTER>
</TD></TR></TABLE></CENTER></center>