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Ser de la verdad,
ser de la existencia, savia nueva,
que alimentas las ánimas descalzas.
Animas desamparadas que no tienen un porque.
Tú, ángel misterioso y traslucido
eres mi sueño.
En ti creo porque encierras
como fuerte arcón
lo que de discernir soy incapaz.
Yo soy el inepto de mi ineficacia.
Yo soy la víctima de mi desencanto,
fruto de mi más cruel abandono,
esencia silvestre, rústica e incauta,
que vaga por el presente indefinido,
injusto, insospechado y temeroso.
en busca del amor.
Sin cambios, sin trueques,
de mi yo por otro ajeno, inmerso en un mar de dudas.
Tu ángel, que vagas por el agua
como espectro infame,
quieres destruir mi alma,
porque es tenaz en la evidencia,
porque es fuerte en su pureza, es virtuosa
pero el aire nada puede contra la virtud indestructible.
Amalgamado está mi cuerpo con mi alma
y tu no logras abarcarlos.
No puedes añadirte ni ceñirte,
porque en mi muerte ambos somos libres.
No existen barrotes ni colores
contra los recuerdos.
Solo puedes omitirte, excluirte.
Asimila lo que por imposición majestuosa
te ordena un ser omnipotente,
un ser más fuerte que te vence y te destruye
en el agua de donde procedes.
Encláustrate en el olvido,
porque no tienes fuerzas para ser su lastre.
Ánclate en el pasado como recuerdo oscuro
porque no tienes cabida en el presente.
Dime ángel muerto, ángel inexistente,
¿no oyes las campanillas
de la infancia de mi porvenir?
¿no oyes esa omnisciosa música de mi poesía
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