... y te apareciste así, pálida y frígida,
sobre el borde de mi cama, frente a mí,
y salvaje, indomable el viento sobre ti
movía tus cabellos y les daba vida.
Tu rostro tan precioso, descendiendo lentamente
y acercándose más y más, quedó frente al mío,
casi besando el calor que en momentos fue frío
y acariciando con su pelo los confines de mi mente.
Tan solo la luz de la luna,
que me permitía verte allí,
fue testigo y fue la tumba,
de todo lo que pasó aquí.
Y tan solo la luz de la luna
pudo observar como tus manos
al posarse sobre mi sonrisa,
hicieron de mi vida una caricia,
tan efímera y tan permanente.
Tan solo la luz de la luna…
…selló mi vida eternamente…

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