Suele suceder
que me pierdo entre tus campos,
por los verdores de tu esperanza ardiente,
sumergido en el lago de tus besos,
cobijado dulcemente en tus remansos.
Suele suceder
que me entierro vivo entre tus tierras,
adormecido por el veneno de tu piel,
albergado entre las raíces de tu carne,
acallado por el silencio de tu alma.
Suele suceder
que me clavo entre tus mares,
embrujado por el llamado de tus sueños,
elevado por la silueta de tus cantares,
abotonado en lo más profundo de tu abismo.
Suele suceder
que me escurro entre tus olas
para entregarme entero al concierto de tus mares,
transportado dulcemente por el canto
de sirena que de tu pecho emana.