Postrado me encuentro mirando
mi hermoso jardín de rosas y
claveles. Es invierno y miró como
caen cristales del cielo.
Me levanto y camino hacia mi
bello jardín, con la suma delicadeza
como toca uno a una diosa, toco
los rojos y fríos claveles.
Parece que el calor de mi mano
derecha les da vida ya que veo
que se levantan como si a uno
le dieran un aliento más para
seguir luchando en esta vida.
La acerco a mi rostro para sentir
su frío estado y transmitirle el
gran amor que les tengo.
La dejó un momento y me dirijo
a mirar las blancas rosas que tengo
en mi lugar de sueños.
Me doy cuenta de que también están
frías como el terrible clima que invade
a la blanca ciudad.
Los dedos de mi mano tocan sus
suaves pétalos y siento que me
cortan la piel; me quedo un instante
para calentarla con el caliente calor
que emana de mi cuerpo.
Me alegro al ver que su estado frío
se está convirtiendo en un estado
cálido y húmedo.
Me retiró de ellas, pero sin dejarlas
de mirar.


26 de septiembre del 2003