
Muchas cosas importantes
dejan de serlo
en nuestras vidas,
unas se mueren solas
bajo las fauces del tiempo
y otras… uno mismo
con sus propias manos
las ahoga y asesina.
¿Alguna vez has reído
mientras te invade por dentro el llanto?
¡Cuantas veces!
Y cuan amargo…
Tanto, que la hiel
es en esos instantes
una gota de miel
en tus labios.
Tener que enmudecer el grito,
amordazarlo,
y con las cuerdas vocales
maniatarlo.
Cegar la ilusión
con la luz del rayo,
acallar un te quiero
cuando en realidad
lo que deseas es pronunciarlo.
¿Alguna vez estando viva
no haz tenido la sensación
de estar muerta?
¡Cuantas veces!
Entonces, las imágenes a través
de las rendijas de las pupilas
se deforman.
Las flores se ven marchitas
a pesar de estar tersas…
Y sientes que caminas en el aire,
que no pisas tierra,
porque en el andar
y mirar hacia atrás,
notas que distes tanto de ti
y no dejaste marcadas
de tus pasos las huellas.
Hablas y las palabras
parecen ser de goma
porque rebotan en los oídos,
cuando lo que quieres
es que penetren
por los poros de la piel
y calen hasta los huesos.
Entonces para tu sorpresa,
resulta que quien las escucha
son las piedras…
esas que tú creías eran sordas.
¿Alguna vez no te has caído?
¡Cuantas veces yo he mordido el polvo!
Tanto,
que aún tengo
el sabor y la textura
de la tierra en la boca.
Llegué a perder la fe en mis zapatos
y dudé hasta de Dios,
pero volví a levantarme…
¿Y sabes por qué?...
Porqué no se apagó en mí
la llama de la esperanza,
y una mano divina se extendió
para levantarme
cada vez que hinqué
las rodillas en el camino,
señalándome con el dedo,
que aunque no vi
las pisadas en la arena,
sí edifiqué
por donde pasé
estremeciendo a hasta las rocas.
Entonces comprendí
que las noches no son eternas
y detrás de cada una,
muere a su tiempo la oscuridad
para darle paso
a un nuevo mañana,
donde los sueños seguirán vivos
para verlos hacerse realidad.
Artemisa904

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