La errante de París (part 1)

[Aiko_Goddess]

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[align=center]Peligrosa en París camina la muchacha
testigo de la noche; transporta su mirada
suspiros e ilusiones de un tiempo ya extraviado,
enrieda en sus cabellos visiones del pasado.
Van despacio sus pasos; parece ke buscara
entre las sombras huecas hallar una mirada;
los suspiros nocturnos parecen alejarse
cual si tuvieran miedo... no kieren acercarse.
Sus cabellos de ébano ondean en el viento,
de sus labios escapan suavísimos lamentos...
Casi no toca el suelo; va por los callejones;
parecen sus latidos las notas de canciones,
de esas tristes baladas ke se oyen en la lluvia
cuando en medio del alba una caricia arrulla.
La vuelta de la eskina la enfrenta con mil árboles;
los sortean sus piernas de gala haciendo alarde
cual si fuera risible el inhumano obstáculo
y estuviera bailando en brillante espectáculo.
Una sonrisa apenas en su rostro aparece,
con orgullo camina entre el viento ke mece...
él le ha susurrado la pista ke aguardaba
y kisiera en la hora recuperar sus alas.
París no la bienvene, la sorprende una ducha
de la lluvia de vidrio ke acrecienta su lucha...
es sólo su impresión o el agua la lastima?
La sangre se le escapa en una ría fina.
No detiene sus pasos, y elude con un brinco
un pozo ke se abriera; con renovado ahínco
continúa su marcha y enfrenta la tormenta...
será ke hasta el Bendito contra su anhelo atenta?
"Por akí", le susurra el viento compañero;
casi avanza volando, y sin tocar el suelo
va corriendo, extraviada en un sueño perdido
como un ave ke, loca, se ha kedado sin nido.
Entonces aparece, y se postra a las plantas
de la mansión hermosa ke tanto venerara...
Por el jardín camina con respeto infinito;
recorre con sus ojos la casa, de hito en hito.
Un susurro le indica dónde está su tesoro,
por la ventana asoma con piadoso decoro;
tendido entre las sábanas se encuentra su adorado;
sus cabellos relucen cual diamantes vedados.
Lo mira la muchacha, y tiene en su sonrisa
la expresión perfecta de la viviente dicha;
el viento sopla tenue sobre la gris laguna
y se apartan las nubes ke cubrieran la luna.
Y un rayo, con crueldad de tirano asesino,
se cuela en la ventana marcando su destino;
pues ve junto a su amado la figura sencilla
de kien osara antaño poblar sus pesadillas.
Los mira... irradian tal paz allí en su sueño
ke no osara llamarle; kien pudiera ser dueño
de un solo pensamiento del muchacho anhelado;
un paso retrocede, cual si fuera pecado
romper con su presencia la armonía de ese mundo...
Entonces, él despierta. Casi por un segundo
juraría ke la observa con un cariño atento,
cual si pudiera, él sólo, retroceder el tiempo.
Mas voltea, y abraza a kien tiene a su lado,
y ella siente en el hecho kebrarse en mil pedazos
el corazón sincero ke en su pecho latiera;
la abraza el viento helado, sosteniendo a su reina,
y observa ke la lluvia ke por su rostro cae
se junta con las lágrimas, pura inocencia y sangre.
Una vez más lo mira, y apenas le envía un beso
cargado con de dicha y de amor mil deseos,
y voltea para siempre; el viento la acompaña
a alejarse del sitio ke su alma kebrara.

Melancólicamente camina la muchacha
testigo de la noche; transporta su mirada
el vacío agobiante de noche sin estrellas,
de lluvia ke lastima como una hojilla nueva.
Van despacio sus pasos; asegura la gente
ke rondando una casa se la ve andar, ausente.
De esta muchacha errante, ké marca su destino?
Tienen sus pasos tenues tan sólo un objetivo:
del muchacho de plata ke una vez fue su dueño
ella existe tan sólo para velar su sueño.
El viento la acompaña, como su amante eterno
y kita de sus labios el perenne lamento,
y la lluvia la cubre cual permanente manto...
París la ve, divina, y la incluye en su canto.[/align]