<TABLE BORDER=3 CELLSPACING="10" CELLPADDING="10" background="http://i34.photobucket.com/albums/d117/ ... sshine.jpg" WIDTH="95%"><TR><TD BACKGROUND="http://i34.photobucket.com/albums/d117/ ... lsbckc.jpg">
<center>

<center>¡¡CARGAR EL VENADO!!

Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra,
bajo la sombra de un frondoso árbol.
Se le miraba triste, meditabundo, cabizbajo;
casi, casi a punto de soltar el llanto.
Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida,
quien acongojado al verlo en tales fachas, le preguntó el motivo,
causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en situación
tan deprimente.
-¡Ay! Compadre -contestó el interpelado- ¡tu comadre!..¡tu comadre!
esta noche la mato o la suicido, pero de que se muere.. ¡se muere!.
-No la amueles compadre, mejor platícame por qué la quieres matar, a
lo mejor te puedo ayudar a encontrar una mejor solución al problema.
El compadre, después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz
moquienta, empezó con su relato.
-Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y en tu humilde casita
la única forma de acompañar los frijoles, es con un pedazo de carne
que tengo que conseguir llendo de cacería al monte. Me tengo que ir
con mi vieja escopeta, pasar varios días de sufrimiento y
penalidades, salvándome de milagro de los peligros del monte,
esquivando víboras, al tigre y la onza, soportar la terrible comezón
que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de mosquitos y por
si ésto fuera poco, aguantar cómo me cala hasta los huesos el frío y
la soledad de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y
logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y
subir la cuesta de la loma donde está la casita.
Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el cuchillo
en la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado, entre
vecinos y familiares. Que una pierna pa'doña Juana, que otra pa'doña
Cleo, que éste lomito pa'mi mamá, que ésto pa'llá, que ésto pa'cá y a
los dos o tres días, allí vá tu tonto otra vez de cacería.
¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo la desmechoneo por taruga!.
El compadre de aquel iracundo desdichado, después de meditar un
momento le dió la solución.
-Compadre, invita a tu mujer a cargar el venado-
-¿ Qué ?-
-Sí, sí, mira compadre. Nomás no le digas las madrizas que te pones
para cargar el venado. Mejor píntasela bonito. No le hables de las
espinas ni los peligros, ni del frío ni del calor. Dile que la invitas a la cacería para que disfrute de los bellos paisajes, del explendor de las estrellas que te cobijan en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de sus exquisitas aguas,
del aire fresco del monte, lleno de oxígeno, de la graciosa manera en que camina el venado. Como si fuera un bailarín de ballet, el dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin.
El compadre siguió el consejo. Por supuesto la convenció.
La mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer arroyuelo cubierto de espinas, se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada entre las púas. La blusa le quedó toda -chiruda- el calzado se le rompió por los difíciles caminos y las
piedras y las espinas la hicieron sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por todo el cuerpo. El sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató; le quedó tieso y desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse paso entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora.
Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un cuento de ultratumba.
Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado.
Ella tuvo que contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y la agilidad de un gato, se acercó a su presa, y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal.
¡Bang!
Y el venado había muerto.
La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
-Ahora mi amor, quiero que cargues el venado, para que veas lo bonito
que se siente, -le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de
sus palabras-
La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su
marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar no tuvo
aliento ni para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando
veredas y montañas.
Despatolada, con las piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de tronarle el corazón, llegó y depositó el animal en la sala de su casa.
Los niños y sus amiguitos hijos de los vecinos, salieron a recibir a
sus papás cazadores y acostumbrados a la repartición, le preguntaron
a su mamá con alegría:
-Mamá, apúrate para repartir el venado porque la mamá de Pepito ya
está desesperada-
-¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo otro-
La señora, tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para
levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a ver a
los niños y agarrando aire hasta por las orejas, les grito:
-Este venado no me lo toca nadie... y tú Pepito, vé y dile a tu mamá que
vaya mucho a la .....!
< REFLEXION >
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su real dimensión el
trabajo de los demás, todos debemos aprender a -cargar el venado-.
La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado que
sólo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro
esfuerzo, que sólo cuidamos aquello que nos ha costado mucho trabajo,
sudor y sacrificio.
Muchas veces el cariño, el gran amor que le tenemos a nuestros hijos,
no nos deja apreciar ésta gran e irrefutable verdad, y utilizando la
yá tan gastada -frasecita- de que "quiero que ellos tengan lo que yo
no tuve", cometemos el error de facilitarles todo; comodidades,
coche, lujos, dineros, inclusive, les resolvemos hasta el mas mínimo
problema propio de su edad.
Ejemplo: Ir con el papá del muchacho que molesta a nuestro hijito.
Ir a hablar con ese estúpido maestro que no quiere poner calificaciones de pase a nuestro querubín porque le tiene mala voluntad.
Algunos padres llegamos hasta la exageración de ir a hablar con los
papás de la muchacha que le gusta a nuestro hijo.
Pasado el tiempo andamos visitando brujos, comprando talismanes,
ofreciendo "mandas a todos los santos" con la finalidad de ahuyentar
la mala suerte, las malas vibras que arrojan a nuestro hijo, ya que
no es posible que a su edad ya haya estado en la cárcel, consumiendo
drogas, ocasionando accidentes automovilísticos, cometiendo robos,
violaciones y asesinatos.
Nó, no lo entendemos; si nosotros les dimos todo, ¿por qué le pasan
estas cosas a nuestros hijos?. La respuesta es muy sencilla:
"Nunca les dimos la oportunidad de
"CARGAR EL VENADO"
Eso es todo.

Doral
<bgsound src="http://members.tripod.com/~Jetsi/elvenao.mid" AUTOSTART="TRUE" LOOP="INFINITE">
</center>
DISEÑO DE: "ANGORITA"
</TD></TR></TABLE>
</TD></TR></TABLE>