

Tu, Príncipe del Destino,
tu que decides de los mortales el camino.
Dime, ¿por que el amor duele tanto?,
¿por que cuando sufres por el, es tan doloroso el llanto?.
Tu, Amo de la Resignación,
declárate dueño de este frágil corazón.
Vuélvete Emperador de esta nación
y declara en ella paz y razón.
Tu, Reina de la Melancolía,
me haz martirizado sin descansar,
es por eso que más y más quiero rezar;
para olvidar todo lo que me dolía.
Tu, Señora de la Tristeza,
deja de gobernar y lastimar mi alma.
Deja de presumir de tu gran proeza,
quiero que te alejes y venga a mí la calma.
Tu, Guardián de las Horas,
regálame minutos de tranquilidad.
No sé por que tanto demoras,
por Dios ten piedad.
Tu, Señor de la Felicidad,
señor de gran sabiduría,
no permitas que desespere por piedad;
se que conocerte a ti me salvaría.