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Porque escucho ese grito...
Bostece el sol y cosquillea mis mejillas
nace una día y yo metida entre las colchas,
adorno solamente de San Marcos, porque hace frío
en esta habitación todo se ha congelado.
Me dan sus espaldas las paredes, lloran
junto al garrón con los girasoles
que a cada minuto se van marchitando
porque la soledad ha llegado hasta sus tallos.
Las sábanas se debilitan en esa cama, vacía
se estremecen de dolor y atormentan mis días
porque en ellas esta tu recuerdo, tu presencia;
ese olor agrio salpicado con sabor a campo.
Sangrona entra la nostalgia y baila
en medio del cuarto un tapatío, se mofa
de la penosa situación por la que paso
pero no me desanima ni tengo temor.
Porque sé que este amor que te tengo;
ese que arde aquí en mi pecho, ¡vive!
Aun en medio de las cenizas de tu partida
y la indiferencia de esos besos ausentes.
Nunca morirá la sensación de tus manos;
el toque fino de tus dedos, de tus labios.
¡Aquí esta, si aquí esta y siempre estará
aunque no estés presente en cuerpo, esta!
Es por eso que dejo que el día camine
entre los surcos del maíz y ajonjolí.
Que se columpie en las ramas del nanche
y que cante al lado del ruiseñor.
Porque aun en medio del silencio
que tu ausencia haya condenado mis sentidos,
escucho a lo lejos un grito, que me alienta
es el de tu corazón que me llama, ¡y llama!

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Guadalupe Cisneros-Villa
Monterrey NL/Dallas Tx
25/07/07</center>