<center>Un mañana sin hora de llegada
<center>

<center>Regálame tu cuerpo y regálame tu aliento,
así cuando no exista ni la luna ni el tiempo,
jugaré a darle vida con cada caricia, cada beso;
explorare y despertaré cada minuto de suspenso,
y vaciare el aire de tu pecho para llenarlo con el mío,
secaré tu humedad para mojarte con mis labios
y mis dedos, cuando no puedas soportarlos,
escalaran uno por uno dibujando en tu vientre un río.
Regálame tu voz, regálame tus labios,
dame el sonido que hacen al besarlos.
Regálame tu piel, regálame tu sangre,
que la mantendré caliente con mi carne.
Regálame tus entrañas, regálame un grito,
dame la satisfacción de alcanzarte el infinito;
de nuevo regálame tu ansiedad
y regálame una sonrisa de saciedad.
Regálame el brillo de tus ojos
cuando ya no puedes decir más,
déjame con tu silencio
que yo me haré cargo de lo demás.
Regálame el sabor de tus labios rojos,
yo te dejo el calor intenso;
dame la última gota de tu esencia
y te dejaré sin un suspiro de inocencia.
Regálame cada risa, cada latido,
cada mirada, cada gemido.
Regálame cada anhelo, cada canción,
que lleves dentro de tu corazón.
Regálame de noche esta velada;
un mañana sin hora de llegada.
<center>

</table>