Quien diría que esa noche tocaría tu mano, acariciaría tu cara, cerraría mis ojos, saborearía tus labios.
A unos minutos fuera de aquella reunión de amigos ya todos nos extrañaban. Regresamos con una sonrisa soplona que impedía guardar en secreto lo que pasaría el día después.
A las 6:30 a.m. del siguiente día, la música de mi celular iluminaba de azul mi cuarto todavía oscuro. Una voz acariciante, acompañada por la brisa que entraba por la ventana de tu auto, me decía, buenos días dormilón. Quinientos músculos en mi cuerpo se estremecieron al oír el suave tono de tus palabras. No rechacé la invitación que me hiciste y esa misma noche me senté en la orilla de tu cama sin que me dejaras tan siquiera hablar. Unos segundos pasaron cuando ya parecías una gatita bañando a su minino, mientras que en mi interior reventaba el deseo de reciprocar esas caricias.
Cientos de grillos y coquíes entonaban la música aquella noche sin popurrí ni incienso. Solo se sentía olor de nuestros cuerpos y el aroma a monte que entraba por tu persiana. Nada más hacia falta.
5 años me alejé, pero no pude alejarte. Pues se metió tu memoria en mi mente como la hiedra al muro. Y hoy que volví a encontrarte, tan hermosa como antes, quiero quedarme a tu lado y no volver a alejarme. Sentí el amor, hace 5 años, en un rincón de tu cama y siento el amor ahora que vuelvo a tenerte esta noche.
¿Puede un cuerpo decir te amo a penas un día después de conocerte? No lo sé. Pero si fue una escena de amor sincero o una actuación de amor pagano, 5 años mas tarde, tu cuerpo, sigue diciendo te amo.
Quédate conmigo, esta vez, para siempre.
By JoRu