Siento tus firmes manos
posarse sobre mis blancas palomas
acariciando mi piel, cual suave terciopelo
y en mi cara tu aliento que me quema,
bebiendote con avaricia mis besos.
Tus manos siguen la senda,
de mi desnudo cuerpo,
y desembocan,
en los oscuros rincones de mis deseos,
y alli, cual firmes centinelas
del mayor tesoro que poseo
y cual ladronas de cuento,
se apoderan de mi voluntad de hierro.
¡ Yacimos!, yacimos, durante mucho tiempo,
tu, has hecho que me oldide del múndo,
que ya, nada, importe en mi pensamiento,
por ti, me dejé robar hasta el último súspiro,
te has convertido ya, en mi dueño.
Emilieta.
