
Dicen que hay que escribir lo que sentimos,
lo que nos hace felices y también lo que nos hace daño.
Pues bien... escribiré además lo que me da miedo,
lo que me causa desconfianza, lo que me desespera...
He sido feliz, porque he amado,
me siento plena porque he entregado mi corazón...
sin condiciones... sin reclamos,
con la esperanza siempre de algo más,
pero sin atreverme a pedirlo o demostrarlo...
Estoy enamorada, si, amo con una
fuerza que nace del alma, a un hombre
maravilloso, tierno, sensible y educado.
Que impone... tiene una presencia y una
personalidad que me pone nerviosa.
Confieso que nunca me sentí así,
que al conocerlo no lo amé,
que por estupidéz casi lo pierdo,
que me enseñó a respetarlo,
a quererlo, a desearlo y admirarlo.
También aprendí a morder mis labios,
para no preguntar, a colgar el teléfono
antes de marcar... para no acosarlo.
Y tomé como mía la frase: no busques...
lo que no quieras encontrar...
Desgraciadamente, eso que no se quiere
encontrar, viene tarde que temprano
a buscarnos y a golpearnos.
¡Y duele!, lastima profundamente
el corazón y la confianza... la duda surge,
tengo que amarlo mucho o no amarlo nada,
para que no sentir que mi piel se desgarra.
¿Perderlo? ¡no!, no lo soportaría, lo amo demasiado,
con un amor que trato de callar para no asustarlo,
el lo sabe, pero no se imagina... ¡cuánto!
Supongo que conoce la magnitud de mi dolor,
porque en un tiempo yo lo lastimé, mi única defensa,
quizá para él insignificante, era mi temor a enamorarme
y pánico ante lo que me hacía sentir con solo el roce de su mano.
Hoy... solo puedo pensar y desear no haber conocido a esa mujer,
porque al cerrar los ojos veo su cara,
una y otra vez la veo acercarse... robarle un beso
y escucho sus palabras burlonas, como dagas afiladas
enterradas en mi carne, diciendo que estuvieron juntos,
que durmió con ella.
Pero también vi el rechazo de èl, su fastidio, su sorpresa.
Cerré los ojos y volví mi rostro,
para que no notaran que sentí morirme.
El acunó en sus manos mi rostro pálido.
-No temas bebé que nada es cierto...
Es mejor solo imaginar que hubo alguien y aceptarlo,
porque así es la vida, porque es tan lógico;
yo misma lo he vivido y sé que es cierto
que muchos nos topamos con la persona errónea,
que nos equivocamos, y que el proceso de recuperación es lento.
Solo así se aprende a valorar el amor cuando se encuentra.
Y lo encontré... ¿o él me encontró?
inundó mi vida de ilusión y de placeres;
soy suya... y quiero pensar que me ama como yo lo amo,
que esto es una prueba, que su decisión de alejarla es firme.
Dicen que es mejor ser la última mujer
en la vida de un hombre... estoy de acuerdo.
pero ¿seré la última mujer en la vida de mi hombre?
Creo en él, más no confío en ella,
sé que es capaz de todo y sé que una mujer
cuando se lo propone... convence a un hombre.
Ellos no se involucran, es solo pasión carnal
y si eso calma a una mujer despechada,
el estar con ella no afecta sus sentimientos.
Jamás aceptará que durmió con ella,
para no lastimarme, que caso tiene.
Dios mio... ¡pero como duele!
A pesar de lo que hizo, la defiende,
la escucha, la disculpa.
Y en mi mente retorcida por los celos,
lo veo abrazarla y consolarla.
Timbra el celular y se quien es...
creo conocerlo y conozco sus reacciones.
Sigue insistiendo... lo quiere para ella.
Sin embargo no supo retenerlo,
no lo conoció ni supo valorarlo.
Ella se fué, lo dejó escapar y hoy...
¡Hoy es mío! Soy la mujer que amanece a su lado.
No es mi estilo ni costumbre, presionar a un hombre,
no pretendo vigilarlo ni seguirle cada paso.
Envío mensajes escritos de vez en cuando
solo para recordarle que lo amo.
Si puede contesta, si no...
en la noche las responde viéndome a los ojos,
besándome en el cuello y acariciando mi alma.
Pero ella no se detendrá ante nada.
Jamás me pondré en el mismo plan,
evitaré que se sienta acorralado con mis dudas.
Al verlo, se me llena el corazón de amor
y no quiero enturbiar esos momentos a su lado.
No quiero entristecer su cara alegre,
y empañar su sonrisa franca con mis celos.
Pero ¿cómo calmo a mi corazón?
¡Me niego!
Me niego rotundamente a que el veneno cause efecto,
me niego a que esa mujer gane esta batalla.
No... ¡no quiero perderlo!
¡Tengo coraje!, si, ¡siento que mi sangre hierve!
he estado a punto de llamarla y me contengo.
Me rebelo contra la buena razón...
contra las buenas costumbres.
No quiero desilucionarlo.
Por eso escribo... ¡y grito...! y lloro.
Me detengo porque se que eso esperan.
Las vieron reir al subirse al auto, las
víboras que envió iban riendo, regocijandose en su
maldad... paladeando mi dolor por su mentira.
Ella las mandó y lo está negando,
y el la disculpa; como no hacerlo si la amaba.
Lo sé... ya pasó, ya no hay nada...
esa historia terminó hace mucho tiempo.
ni siquiera sabía aun de mi existencia.
Confío en él, lo vi a los ojos cuando desnudaba su alma...
El es un caballero, yo una dama,
el no quiere hablar de eso y yo...
¡no volveré a preguntarle nada!
8 de octubre de 2003
</center>