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<font color="#FF6666"><font size="4"><b>
<IMG SRC="http://www.rosetrellis.net/Wedding%20Rings.jpg">

<center> HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE </FONT>

<center><TABLE BORDER=1 CELLSPACING="15" CELLPADDING="15" background="http://www.iespana.es/sw30/Indice/Sets/flowersnpink/pink024.jpg" WIDTH="90%"><TR><TD Background="http://www.iespana.es/sw30/Indice/Sets/pinkrose/beige009.jpg">
<font color="#FF6666"> <FONT SIZE="4"> <b>Tenía la voz entrecortada cuando trató de hablar con él. Las lágrimas se acumulaban tras sus ojos y caían por sus mejillas accidentadamente cual camino sin pavimentar. Le temblaban las manos, los labios... y allí estaba, tratando de decirlo y no podía. Él ni se inmutó, sabía lo que ella quería decirle hacía tiempo, mas no tenía ganas de empezar con aquello nuevamente, no iban a llegar a ningún lado. Santiago ya no podía hablar, y lo más que lograría hacer era empeorar las cosas si no se hacía el desentendido. Le era muy fácil fingir en la posición que estaba.
Gabriela tragaba en seco, lloraba una y otra vez, sentía que los ojos ya no le respondían y que la voz se había ido de vacaciones. Las lágrimas salían por inercia, los lacrimales estaban forzados a trabajar horas extra y ya lo hacían automáticamente. Y ella no se atrevía a tocarlo, por temor... ¿temor a qué? Aún era su esposo, estaba en todo su derecho... pero no era lo más conveniente, al menos no en estos momentos. Sin embargo, creía que era su deber hacerlo, y hacer el resto de lo que vino a hacer aquí, y decirle por qué antes de dejarlo para siempre.
Era obvio que él adivinaba lo que ella quería hacer y decir, puesto que ya lo habían hablado varias veces durante los últimos dos años y ahora era el momento decisivo, pero ella no se atrevía.
Llegó el momento de hablar, pensó Gabriela... y empezó: “Santiago, lo siento mucho, yo no quiero que suceda, pero no hay otra alternativa. Ni para ti, ni para mí... y ahora hay una tercera persona involucrada.” Santiago asintió levemente, como dándole a entender que comprendía, y sintiendo que su último aliento de esperanza se escapaba, que cerraba un capítulo para siempre.
Ella por fin se atrevió a tocarlo, abrió la cortina delicadamente y posó su mano temblorosa en la cara de él, cerró los ojos y tomó fuerzas, se levantó y salió de la habitación. Ya en la puerta, le indicó al médico que su esposo estaba listo para ser desconectado de los aparatos que lo mantenían conectado a la vida, y que deseaba firmar los papeles para donar sus riñones a ese joven que esperaba urgentemente en la sala de al lado. Luego volvió donde Santiago y lo encontró sonreído. Le tomó la mano nuevamente y la acarició durante las tres horas y veinticuatro minutos que duró el resto de su vida.
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<font size="6">SPIDERWOMAN</font>

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