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Yo no se que viste, no se que miraste en la profundidad de unos abismos que sufren el mal del tiempo en el vaivén del arte. Quiero pensar que te inundo, que te lleno algo de ese poco tiempo que traes, pero es absurdo… no puedo inventar lo que provoco ni imaginar lo que solo tu sabes, pero pareces divisarme y me quedo.
Quizás vaya a correr las fronteras estelares, a ver si así el alma se desdibuja del trazo que la tierra hizo de mí en su firmamento y se mueve el espacio en el tiempo hacia otros niveles, más allá de los astros firmes que humedecen la noche y de los labios blancos que centellean en mi boca.
Estoy. Pretendiendo sofocar el reloj de tus brazos, atravesar el silencio como un rayo que estremezca tu costado pero es imposible alcanzarte, cada vez que salto es un hueco en el alma que mi estrella va opacando, y es que estoy tan llena de aire.
Mi calma es amarrada a un piano existencial que fuera del contexto de tus ojos compone errante una melodía en mis entrañas, y así me hice esclava de los sonidos del alma; siempre vibrando en la profundidad de dos flamas que se consumen a si mismas, dos lágrimas llameantes que se internan en la sombra de mi rostro con la mirada perdida en un horizonte que se desvanece.
Pero el horizonte es limpio y amplio, las llamas que me queman son las aspas del espacio que darán vuelta a los astros más allá del dolor humano, deseo recomponer el sufrimiento en unos trazos que capten la esencia errante como un descubrimiento poético de arrecifes donde la belleza subyugue. Azul y profundo como un mar gigante que estire un sollozo de los cielos, una lágrima de ángeles.
Al final seré yo sola, como la última gota de sangre… yo, como el primer rayo de sol en el aire.
Diana...

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