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<center> Ansiedad
Sentada en el sofá observa a través de la ventana, con mucho detenimiento, las luces de la ciudad. Luces que por instantes son su única paz en medio del torbellino de sentimientos que sofocan su alma. De momento una sonrisa tímida y callada se asoma en sus labios, provocada por la fugaz alegría de imaginarse como sería la vida junto a el. Con aires de adolescente tardía sueña despierta con una quimera que podría ser verdadera si su inexperiencia no la hubiera hecho fallar; y es entonces cuando comprende cual es el precio de la felicidad.
Se levanta del sofá y comienza a caminar de un extremo al otro de la sala, tratando de contener la avalancha de preguntas que empiezan a nublarle el pensamiento. Las inquietudes ajenas y las propias constituyen una carga muy pesada para ella que sabe mucho y poco de la vida, e intenta sobrevivir en una selva llena de ortigas. Lo único puro es el, es el la única cosa honesta y real que ha experimentado en su corta existencia. Por el aguarda ansiosa y los minutos se vuelven espinas que transforman su desespero en una droga que la enloquece y al mismo tiempo la calma.
Se escucha el ruido de los autos que irrespetan la madrugada y no paran de transitar. Los segundos van muriendo, las horas transcurren a las velocidad de la luz, pero ella no lo nota. Sumergida en su batalla interior descubre que la brújula ya no indica al norte y que está perdida en medio de la mar. Es entonces cuando empieza a comerse las uñas, abre la puerta del balcón y se detiene a respirar un poco de aire fresco, ya ha caminado más de 5 kilómetros en el interior de la casa. No esta cansada, la ansiedad es la adrenalina que la mantiene despierta. Desea retirarse pero no lo consigue, la esperanza de que el llegará fortalece sus agotados párpados y camina 5 kilómetros más.
De repente algo brilloso ilumina su rostro, son los nacientes rayos del sol. El amanecer la sorprendió esperando por el amor que nunca llegó. Entonces suspira y se tiende nuevamente en el sofá, se llena los pulmones de aire y enfrenta con el corazón en la mano el nuevo día que acaba de llegar, rogándole a todos los dioses porque vuelva a caer la noche donde nuevamente ansiosa, por el esperará.
Arwen Undomiel
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